Conduciendo nuestra mente

Conduciendo nuestra mente

Ayer, mientras almorzaba con mi compadre, conversábamos sobre las complejidades propias de la vida moderna. Esa constante sensación de agobio que nos produce, por un lado, el recordar aquellas situaciones desagradables que nos ocurren y, por otro, la lista casi interminables de cosas que tenemos pendiente hacer. Nuestra mente pasa en un ir y venir desenfrenado entre el pasado y el futuro. Desafortunadamente en ese viaje de dos vías, la mayoría de los pensamientos que circulan no contribuyen a generar una sensación de plenitud, tranquilidad o alegría. Un estudio reciente de la Universidad de Texas reveló que entre el 60 y 70% de los pensamientos de las personas promedio son negativos, fenómeno que se conoce como predominio de la negatividad.

Nuestra tendencia a la negatividad y la preocupación, no solo tiene que ver con la cantidad mayoritaria de pensamientos críticos, pesimistas y/o temerosos que generamos. De igual forma, privilegiamos los pensamientos negativos al momento de tomar decisiones, es decir, las personas son más proclives a tomar decisiones basándose en la necesidad de evitar experiencias negativas que en el deseo de obtener resultados positivos. En este mismo sentido, estudios realizados por especialistas de la Universidad de California, demuestran que las personas dedican más recursos cerebrales a la información negativa y tienden a recordar con mayor facilidad y más frecuencia aspectos y experiencias negativas en comparación con las positivas. Y todavía nos cuestionamos luego por qué no somos felices o por qué nuestra vida resulta tan patética.

“Nuestras acciones son el reflejo de nuestras emociones y nuestros estados emocionales son consecuencia de nuestros pensamientos”

Considerando lo anterior, no es casualidad que buena parte del tiempo nuestras sensaciones sean de ansiedad, tristeza, enojo, desilusión, entre otras. Al final, nuestras emociones son el reflejo de cómo pensamos. Recordemos la máxima que reza que “nuestras acciones son el reflejo de nuestras emociones y nuestros estados emocionales son consecuencia de nuestros pensamientos”. Pero, qué hacer para revertir o al menos neutralizar esta tendencia dominante hacia la negatividad? Existe una abundante literatura que ofrece diversas respuestas y opciones. En lo personal, me gustaría recurrir a una sencilla analogía para invitar a la reflexión.

Cuántos conducen o al menos tienen un auto? Pues bien, por un momento asumamos que nuestra mente es como un auto y nosotros, nuestro “yo consciente” donde reside la esencia de cada uno de nosotros -principios, valores, ideales, aspiraciones, propósito de vida-, es el conductor designado de dicho auto. Nuestro “yo interno” es el responsable de manejar y elegir los caminos por cuales debe circular nuestro carro-mente. Desde esta perspectiva, podemos optar por conducir nuestro vehículo por rutas bastante sinuosas y estresantes, llenas de pensamientos retorcidos por suposiciones y creencias obsoletas que nos producen malhumor y desconcierto. También podemos decidir introducir nuestro carro-mente en autopistas atestadas de múltiples pensamientos simultáneos, tantos que nos desbordan y crean una permanente sensación de ansiedad. De manera parecida, podemos llevar nuestro vehículo por carreteras oscuras, tenebrosas e inciertas que nos provocan temor, inseguridad e incertidumbre. Otra opción es conducir nuestro carro-mente de manera peligrosa contra la vía y en sentido contrario al horizonte, generando un sentimiento de estancamiento, tristeza y nostalgia recurrente. Como comprenderán, cada alternativa es directamente vinculante al tipo de pensamientos (pasajeros) que abordan nuestro carro-mente. Sin duda que para todos aquellos que conducimos, sea cual sea el caso, los escenarios anteriores no parecen muy halagadores.

Pero como conductores responsables de nuestro carro-mente también podemos elegir rutas y destinos más agradables. Qué tal una calle recta y despejada una mañana de verano, que se extiende kilómetros y kilómetros a través de bellos paisajes y que finaliza en tu lugar favorito, donde puedes estacionar y contemplar con seguridad, alegría, optimismo, confianza, placer, serenidad y esperanza todo tu entorno. Cómo hacerlo?

“El primer gran desafío es tomar conciencia de que el conductor de ese carro llamado mente somos cada uno de nosotros”

Aunque la analogía utilizada tiende a simplificar las complejidades a las que está expuesta nuestra mente en los tiempos modernos, la verdad es que de eso se trata: de simplificar. Para ello el primer gran desafío es tomar conciencia de que el conductor de ese carro llamado mente somos cada uno de nosotros. A partir de ahí lo que toca es confrontarnos personalmente con nuestro yo interior y asumir el control y la responsabilidad de conducirlo con todas las implicaciones que eso supone, es decir, darle el debido mantenimiento, cuidarlo y llevarlo por caminos estimulantes y en buen estado. Sería una irresponsabilidad permitir que nuestro carro-mente continue manejándose en piloto automático, no lo crees? Pues bien, si asumes las riendas del volante, por dónde y hacia dónde te gustaría llevarlo? Recuerda hacerte esta pregunta cada vez que sientas que te desvías del rumbo deseado o cuando sueltes el timón.

Carlos Arroyo

Director de CLIP