Innovar para la vida

Innovar para la vida

Cuando hablamos de innovación la primera imagen que se nos viene a la mente es una representación de un suceso espontáneo, algo mágico que está relacionado con la creatividad, pero en la mayoría de los casos en nuestro actuar diario, en especial para quienes nos gusta experimentar y obtener resultados positivos en nuestros proyectos, innovamos sin darnos cuenta. La particularidad en estas situaciones cotidianas es que dicha habilidad no se está registrando formalmente y solo en algunas ocasiones logramos recordar las buenas prácticas para compartirlas posteriormente con nuestro entorno.

Y es que el termino innovación no surgió recién, este se viene acuñando desde el siglo XVIII. El mejor ejemplo de esto fueron muchas invenciones que marcaron considerablemente un cambio en la vida del ser humano y que en su momento recibieron un amplio reconocimiento social, pero que en muchos casos los innovadores esperaban una remuneración cuantitativa, es decir, esperaban un premio no solo el reconocimiento.

¿Pero cómo podemos ser innovadores en nuestras vidas?

¿Pero cómo podemos ser innovadores en nuestras vidas? La respuesta es simple: desde el momento en que resolvemos un desafío, por más sencilla que sea encontrar la solución, y lo logramos de forma diferente y original a como tradicionalmente lo hemos hecho antes, ya estamos innovando. En todo caso la innovación en nuestra vida se puede representar como un hilo que vamos desenredando hasta lograr lo que buscamos sin importar los fracasos y desaciertos, utilizando estos más bien como fuente de energía para continuar avanzando. Cuando innovamos cada minuto y en cada escenario de nuestra vida logramos curvas exponenciales que con el pasar del tiempo se vuelven parte de nuestra existencia y principalmente de nuestra cultura, de la misma forma ocurre cuando muchas compañías realizan pequeños cambios en sus productos, conscientes que estos cambios son trascendentales para su producto y la vida misma de quienes los usan.

En el libro “El ADN del innovador” de Jeff H. Dyer, Hal B. Gregersen y Clayton M. Christensen, nos enseña cómo se pueden desarrollar las habilidades necesarias que permitan consolidar con éxito cualquier proyecto, incluso cuando muchas veces creemos que no son proyectos pero que sí tienen un objetivo bien planteado. Cambiar las ideas de cómo nos relacionamos, de qué manera nos cuestionamos cada situación, la forma y perspectivas con que vemos el todo, cómo combinamos los recursos disponibles, cómo experimentamos y cómo llevamos a la práctica nuestras habilidades para convertirlas en un hábito en nosotros mismos; son algunos de los elementos que plantean los autores y que pueden ser la base fundamental y clave para innovar en cualquier ámbito.

“Basta que nos dispongamos a experimentar nuevas formas de hacer las cosas y resolver nuestros problemas de manera diferente para ser innovadores en nuestra propia vida”

Lo extraordinario de la vida es que todos tenemos las oportunidades y las capacidades necesarias para innovar, solo es preciso pensar diferente y explorar opciones distintas para valernos y resolver situaciones en las que deben aflorar nuestras habilidades como innovadores y que muchas veces nos cuesta reconocerlas. Recordemos que la innovación no necesariamente termina con un gran invento o un nuevo producto o servicio que va a revolucionar el mundo, basta que nos dispongamos a experimentar nuevas formas de hacer las cosas y resolver nuestros problemas de manera diferente para ser innovadores en nuestra propia vida.

Quiero terminar con la siguiente frase para inspirarlos a innovar en todo momento: “el futuro augura más oportunidades que nunca, pero solamente estarán al alcance de los que sepan innovar de forma efectiva”………arriesgarse siempre es la respuesta!

Francisco Herrera

Colaborador de CLIP