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¿QUÉ DEFINE LA "EXCELENCIA"?

¿Qué define la excelencia?

Un buen colega y amigo de oficina, Francisco Herrera, suele utilizar el término “milla extra” para referirse al esfuerzo adicional que ciertas personas están dispuestas a realizar a fin de convertir algo ordinario en algo extra-ordinario. Es decir, la voluntad de ir más allá de lo estrictamente necesario para lograr un desempeño excepcional, sin que estén obligados a ello o esperen un beneficio adicional por el resultado obtenido. Sin temor a equivocarme, todos conocemos más de una persona que deliberadamente “huye” de la milla extra.

Para entender lo que popularmente definimos como “excelencia”, debemos primeramente analizar su contraparte: la mediocridad. La mediocridad es una valoración que automáticamente asociamos a la dimensión del hacer. En otras palabras, calificamos algo como mediocre en la medida que lo consideramos “mal hecho” o tachamos a alguien de mediocre cuando sus resultados están “por debajo” del estándar requerido. Sin embargo la mediocridad, en primera instancia, pasa por la dimensión del ser y es una condición que nace en la mente.

EL DESEMPEÑO Y LOS RESULTADOS SON SOLO EL REFLEJO DE UNA DECISIÓN QUE NACIÓ EN LA MENTE Y SE TRANSFORMÓ EN ACTITUD.

Amartya Sen, economista y filósofo hindú, Premio Nobel de Economía en 1998, afirma que la pobreza y el desarrollo no sólo están vinculados a situaciones objetivas, es decir, la carencia de recursos y condiciones básicas del individuo. Sen añade que la pobreza y el desarrollo son también estados mentales que tienen que ver con la capacidad de las personas de ser y pensar diferente para luego actuar consciente y decididamente en función de superar las limitaciones materiales y escapar del determinismo que los condenaría a la pobreza y el subdesarrollo por siempre. Pues algo similar sucede con la mediocridad del individuo.

Desde esta perspectiva, el informe anual “mediocre” que elaboró nuestro colaborador o el desempeño “mediocre” de nuestra colega de oficina el último mes, es más un resultado o consecuencia directa de un estado mental que llevó a su vez a una actitud que, finalmente, desembocó en un comportamiento que podemos calificar como “mediocre”. Pasamos del SER al HACER. Como podemos apreciar, la mediocridad inicia cuando de forma consciente optamos por hacer las cosas por debajo de nuestras capacidades, cuando limitamos nuestro potencial, cuando nos negamos a ofrecer la mejor versión de nosotros mismos, cuando nos conformamos a cumplir con los mínimos requeridos. Bajo esta lógica, el conformismo es “primo-hermano” de la mediocridad.

El desempeño y los resultados obtenidos son solo el reflejo de una decisión que nació en la mente y se transformó en actitud. Si una persona, aún poniendo su máximo esfuerzo, no alcanza el rendimiento esperado, no podemos considerarla mediocre. En esos casos lo que tenemos es un divorcio evidente entre nuestras expectativas – por encima – y las capacidades reales de la persona – por debajo -. La pregunta aquí sería si tenemos a los colaboradores adecuados en los puestos correctos. Pero cuando la persona piensa, asume e interioriza que basta con cumplir sin importar la forma y calidad del resultado final, entonces estamos frente a un típico caso de mediocridad. Peor aún si hay consciencia plena de que los esfuerzos realizados son inferiores a nuestras verdaderas capacidades personales.

Usualmente la mediocridad conecta con los niveles de motivación de las personas y sus creencias limitantes. El no tener incentivos personales (deseo de superación), un propósito de vida definido (¿hacia dónde quiero ir?), o el considerar que nadie reconoce el esfuerzo extra (con cumplir estoy haciendo lo correcto); son algunos factores que pueden condicionar la mentalidad que alimenta un comportamiento mediocre.

Ser impecables y dar la mejor versión de nosotros mismos, exige un esfuerzo y sacrificio que no todos estamos dispuestos a asumir. Implica muchas veces salir de la zona de comodidad y abandonar el conformismo mental. Es un compromiso personal con la excelencia que viene de adentro del individuo y que impacta positivamente en los subsiguientes niveles organizativos: equipos, empresas, comunidades, sociedades. Tal vez no sea casualidad que los países con mayores índices de pobreza y menores niveles de desarrollo sean aquellos donde impera, e incluso se premia, la mediocridad por encima de la excelencia.

¿Está tu mente programada y entrenada hacia una actitud orientada a un desempeño/comportamiento mediocre o hacia la excelencia? ¿Estás ofreciendo la mejor versión de ti mismo a tu equipo, a tu organización, a tu comunidad, a tu país?

Carlos Arroyo

Director CLIP