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CAMBIO Y FELICIDAD: DOS CARAS, UNA MISMA MONEDA

Cambio y felicidad: Dos caras, una misma moneda

La otra noche cenaba con mis hijos fuera de casa y en la mesa contigua se encontraba un grupo de 8 personas (4 parejas). Algunos de ellos eran contemporáneos a mi y otros un poco mayores. En cierto momento la conversación de mis “vecinos” de mesa comenzó a girar alrededor del cambio, lo cual llamó inmediatamente mi atención. Aunque en un inicio hablaban de los cambios en la moda (vestimenta y estilos de vida), pronto empezaron a referirse a los cambios tecnológicos y su impacto en la comunicación entre las personas y los procesos productivos en las organizaciones.

La amena plática finalizó con algunas reflexiones sobre los cambios en el entorno laboral (nuevos puestos de trabajo y nuevas formas de laborar a la distancia), los cambios en las relaciones familiares (valores, prácticas, creencias), hasta los cambios globales ocasionados por el cambio climático. En los programas y talleres de liderazgo que impartimos, siempre ocurre el mismo fenómeno. Cuando hablamos de cambio, usualmente lo hacemos en tercera persona y como algo ajeno o externo a nosotros, es decir, hablamos del cambio como una característica propia del entorno que nos rodea hoy en día. Pero, ¿qué tanto hablamos del cambio personal, del cambio interno? ¿Qué tan dispuestos estamos a cambiar nosotros para adaptarnos a los cambios que suceden en el mundo exterior?

EN LUGAR DE PREGUNTARNOS PORQUE NOS SUCEDEN SIEMPRE LAS MISMAS COSAS, PREGUNTÉMONOS PORQUE ELEGIMOS SIEMPRE LOS MISMOS CAMINOS.

Si bien la felicidad está asociada a un estado emocional interno en el cual se manifiestan sensaciones de armonía, paz, tranquilidad, plenitud, bienestar y satisfacción; unido a una conciencia plena del momento presente -el aquí y ahora-; ¿Qué cambios estamos haciendo en nosotros para alcanzar y mantener dicho estado? ¿Qué pensamientos, creencias y comportamientos que atentan contra nuestra paz, tranquilidad, plenitud y satisfacción estamos cambiando para “ser felices”? En lugar de preguntarnos por qué nos suceden siempre las mismas cosas, preguntémonos por qué elegimos siempre los mismos caminos.

Hay personas que consciente o inconscientemente evaden el tener que cambiar bajo el argumento de que “yo soy así, siempre he sido así”. Es decir, el determinismo genético o de crianza. Una forma bastante simple de negar la teoría de la evolución o la posibilidad de que los seres humanos podemos crecer y desarrollarnos respecto a nuestras áreas de mejora. Durante buena parte de mi vida yo me escudé en mi condición de hijo único para justificar ciertos rasgos egoístas de mi conducta, hasta que acepté que no era razón suficiente para negarme la posibilidad de ser una mejor persona y sentirme mejor conmigo mismo. Hay quienes se rehusan a dejar su actual trabajo, aunque no les guste y no les motive, por la incertidumbre a lo nuevo o por la creencia que la estabilidad laboral es lo mejor para su currículum, aunque paradójicamente nunca vayan a aplicar a otro puesto. Hay personas que no están dispuestas a dejar su relación de pareja aunque no se sientan plenas, ni satisfechas, solo porque sus creencias religiosas o los convencionalismos sociales les han hecho pensar que hay que resignarse al destino que le “tocó”.

Como decíamos en una publicación anterior, la felicidad no se decreta. Hay que buscarla y trabajarla…hay que cultivarla. Ello supone que nuestro principal esfuerzo debe estar centrado en el cambio interno. En muchas ocasiones hemos dicho “quiero ser feliz” y esperamos que esa declaración sea suficiente para alcanzar nuestro sueño. O sea, sentarnos a esperar a que cambien las condiciones actuales que impiden nuestra felicidad. Rara vez tomamos la iniciativa y nos preguntamos “qué tengo que hacer yo, que debo de cambiar como persona para poder ser feliz”?

Estudios científicos revelan que a los 25 años, los seres humanos hemos desarrollado casi la totalidad de nuestro abanico de destrezas emocionales, lo cual hace que tengamos hábitos profundamente arraigados que refuerzan nuestros comportamientos. En otras palabras, en la mayoría de ocasiones actuamos de manera automática, casi instintiva, a partir de los conocimientos y experiencias que han configurado nuestra existencia previa.

Por tanto, si queremos realizar un cambio personal interno para lograr una mayor sensación de paz, tranquilidad, bienestar, plenitud y satisfacción; lo primero que debemos hacer es tomar conciencia de aquellas creencias y hábitos actuales que lo están impidiendo y por cuáles vamos a sustituirlos. Lo siguiente nos lleva a la acción, es decir, actuar consciente y deliberadamente para llevar a la práctica los cambios que queremos introducir en función de nuestra felicidad. Para ello debemos aprovechar cada oportunidad, cada situación que se nos presenta en la vida para ejercitar esos nuevos hábitos y comportamientos, hasta que se procesen y automaticen en nuestro interior para dar paso a una nueva conducta.

El cambio personal, pero sobretodo el cambio interior, es un proceso continuo y muchas veces doloroso. Exige desafiar nuestras creencias, mapas mentales y paradigmas de todo tipo, los cuales hemos aprendido en el transcurso de la vida. Significa experimentar, incluso, sensaciones de deslealtad o traición hacia las personas que nos los enseñaron…una confrontación emocional nada fácil. Pero, ¿quién dijo que ser feliz es fácil? Sin embargo, si asumimos que la felicidad es la meta suprema de nuestra existencia, cualquier cambio o sacrificio debería valer la pena para darle un sentido de plenitud, alegría y bienestar genuino a la vida.

Carlos Arroyo