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CULTIVANDO LA FELICIDAD
Hace poco más de un año, falleció uno de mis mejores amigos. Una persona con quien cultivé una amistad desde la infancia. Estudiamos en el mismo colegio y a pesar que la universidad y el trabajo lo llevaron a vivir fuera del país por un buen tiempo, siempre mantuvimos la comunicación. Un amigo de esos que ya quedan pocos.
Hay momentos y situaciones que llegan a nuestras vidas – muerte de un ser querido, perder el empleo, divorcio/separación, enfermedad, entre otras – en las cuales es casi imposible “ser feliz”. Esto nos lleva a cuestionarnos si la felicidad depende más de condiciones externas o de condiciones internas al individuo. En lo personal, mi búsqueda de la felicidad ha estado directamente vinculada a mis relaciones afectivas de pareja y el deseo de encontrar a la compañera ideal para el viaje que representa la vida. Aunque a veces me ha ido mejor que en otras, lo cierto es que ya se me fueron 40 años en esa búsqueda. Es así que recién he comenzado a comprender que uno no puede depositar la llave de tu felicidad en el bolsillo de otro/a.
UNO DE NUESTROS MAYORES ERRORES ES BUSCAR LA FELICIDAD FUERA DE NOSOTROS, CUANDO ESENCIALMENTE ES UN ESTADO INTERIOR.
En una publicación previa decíamos que la felicidad está asociada a un estado emocional interno en el cual se manifiestan sensaciones de armonía, paz, tranquilidad, plenitud, bienestar y satisfacción; unido a una conciencia plena del momento presente – el aquí y ahora -. En los momentos de felicidad hay ausencia de angustia, sufrimiento, dolor, pensamientos pasados o proyectos futuros. Visto así, uno de nuestros mayores errores es buscar la felicidad fuera de nosotros, cuando esencialmente es un estado interior.
Estudios recientes demuestran que las personas que tienen un empleo, una relación de pareja, practican ejercicio y tienen una dieta balanceada y buena salud, expresan ser “más felices” que quienes no. Sin embargo, resulta ingenuo creer que las condiciones externas garantizan la felicidad por si solas. Se puede ser muy desdichado teniendo aparentemente todo para “ser feliz”. Nuestro “control” sobre el mundo exterior es restringido, temporal y casi siempre ilusorio. La mayor parte del tiempo no tenemos ningún tipo de control o incidencia sobre las condiciones del entorno que nos rodea, aún cuando ellas pueden influir en nuestro estado interno. No es posible incidir sobre las condiciones externas en términos de cantidad, calidad y duración.
Es indiscutible que las condiciones externas tienen un impacto en nuestra sensación interior de bienestar, plenitud, paz, tranquilidad y satisfacción; pero la magnitud y duración de dicho impacto depende estrictamente de cada uno de nosotros. Es decir, depende de la capacidad que tengamos para reconocer y gestionar de manera inteligente y efectiva esas condiciones, a fin de capitalizarlas en favor de nuestra felicidad y no en contra.
¿Cuántas veces nos tomamos una pausa para identificar aquellas condiciones externas que están atentando contra nuestra felicidad o aquellas que están contribuyendo a incrementarla? Este ejercicio de autoconocimiento nos permite tener consciencia de aquellas cosas que debemos buscar cómo neutralizar, eliminar o potenciar en nuestra vida para ser sentirnos felices. ¿Cuánto tiempo invertimos en desarrollar prácticas que incidan positivamente en la calidad de nuestro diálogo interno -pensamientos-, relaciones interpersonales, actitud hacia la vida, autoconocimiento y autogestión emocional, y cantidad de gratificaciones personales?
Dedicamos gran parte de nuestro tiempo y esfuerzos en formar una familia, cultivar amistades, mejorar nuestras condiciones materiales y confort, estudiar para crecer intelectualmente, hacer ejercicio para mantenernos sanos, mejorar nuestra posición social, entre otras cosas. Pero, ¿Porqué dedicamos tan poco tiempo y esfuerzo en mejorar nuestra situación interna? ¿Acaso no es ella la que determina nuestra calidad de vida? Tal vez sea por eso que cuando nos sentimos abatidos por ciertos sufrimientos o vacíos internos, volcamos toda nuestra atención hacia el exterior y pasamos la vida buscando soluciones alternas para ser “felices”.
Creer que podemos tomar atajos para alcanzar un bienestar, plenitud y satisfacción plena sin trabajar nuestras cualidades y virtudes internas es una insensatez. La felicidad no se decreta, no se convoca sino que se cultiva y se construye poco a poco, a lo largo del tiempo. Como decía Mahatma Gandhi “La libertad exterior que alcancemos depende del grado de libertad interior que hayamos adquirido”. Si es esa la correcta comprensión de la libertad, nuestro esfuerzo principal debe centrarse en realizar un cambio en nosotros mismos para cultivar así nuestra propia felicidad.