A medida que vamos avanzando en nuestra carrera laboral y aplicamos cuidadosamente dicho principio, menos preparados estamos y menos comprensible se nos hace que algún colega o colaborador se acerque a nosotros a confiarnos, por ejemplo, sus problemas financieros personales y las preocupaciones que estos le causan, o bien la tristeza que le produce su reciente divorcio y la separación de sus hijos. Entendemos estos asuntos como ajenos a la labor y al desempeño de quienes trabajan en nuestra organización, y para escabullirnos rápidamente de la situación lo primero que hacemos es recomendarles que busquen ayuda médica especializada (entiéndase psicólogo o psiquiatra). Pero……¿acaso los desajustes en la dimensión del “ser” no inciden en nada en la productividad, eficiencia y motivación de una persona?
Los conocimientos adquiridos durante nuestra formación académica y la experiencia laboral usualmente nos hacen expertos en transmitir “cómo” hacer las cosas. Pasamos buena parte de nuestra vida concentrados en nosotros mismos, tratando de ser los mejores y en aprender la técnica, los procedimientos, los mecanismos, el paso a paso. Aprendemos y enseñamos a nuestros colegas y colaboradores cómo comunicarse mejor, cómo negociar con éxito, cómo planificar de forma efectiva, cómo incrementar las ventas, cómo gestionar equipos de alto desempeño, entre muchas otras habilidades directivas. Sin embargo, dentro de nuestro repertorio olvidamos cultivar la capacidad de lidiar con situaciones más humanas propias del “ser” que son inherentes a las personas con las que a diario trabajamos.
Hemos desarrollado tan pocos recursos para afrontar los problemas del “ser” que una extraña sensación de incompetencia nos recorre el cuerpo con sólo pensar que alguien de la organización puede acudir a nuestro escritorio en búsqueda de ayuda que no sea estrictamente laboral. Por otra parte, de forma consciente asumimos que para tratar estados anímicos y emocionales, de poco sirven las “instrucciones” de cómo hacer o resolver las cosas, por lo que poco o nada podemos aportar en esos casos. Pero……¿qué esperan en realidad aquellos colegas y colaboradores que nos confían sus situaciones personales más apremiantes? ¿En verdad esperan que les digamos cómo resolverlas? A veces escucharlos con atención, mostrarles un poco de empatía respecto a lo que están viviendo y entender las repercusiones que eso tiene o puede tener en su desempeño laboral, trasmitirles una palabra de aliento y utilizar el coaching para invitarlos a pensar en posibles soluciones que están a su alcance, podría ser un buen inicio para que nuestros colegas y colaboradores sientan que somos sensibles a sus preocupaciones del “ser” y que no sólo nos interesa si están haciendo bien o no las cosas, sino también las razones emocionales y anímicas que podrían estar incidiendo en su desempeño.