Blog

DEL HACER AL SER

“Me da terror pensar que alguno de mis colaboradores en la empresa llegue a la oficina y comience a contarme cosas de su vida personal, de su familia, sus sentimientos…..o peor aún, que se ataque a llorar. Sinceramente, no sabría qué hacer, no sé lidiar con eso”. Esta es una frase que escuché de una ejecutiva durante un curso de formación de alto nivel en INCAE, en cual tuve la oportunidad de colaborar como facilitador.

Palabras más o palabras menos, lo cierto es que muchos directivos de distinto tipo de organizaciones, expresan igual preocupación ante la posibilidad de verse involucrados en una situación similar a la antes descrita. Dicha anécdota me llevó a reflexionar ¿por qué nos invade esa sensación de vulnerabilidad y hasta de cierta incompetencia cuando nos toca abordar la dimensión del “ser” de nuestros colegas y colaboradores?

A temprana edad comenzamos a familiarizarnos con aquella famosa frase “los asuntos personales se quedan en casa”, principio que sugiere que tenemos terminantemente prohibido llevar con nosotros cualquier tema de nuestra vida privada que no se corresponda con la función que debemos cumplir en la escuela primero y en el trabajo después. En otras palabras, a la escuela llegamos a estudiar y al trabajo llegamos a trabajar…..no hay espacio, ni tiempo para estar tratando otros asuntos que también configuran la vida de las personas y que pertenecen a la dimensión del ser: emociones y estados de ánimo resultantes de las distintas situaciones que afrontamos día a día.

¿QUÉ TAN BIEN GESTIONAMOS LAS EMOCIONES Y SITUACIONES PERSONALES DE NUESTROS COLABORADORES?

A medida que vamos avanzando en nuestra carrera laboral y aplicamos cuidadosamente dicho principio, menos preparados estamos y menos comprensible se nos hace que algún colega o colaborador se acerque a nosotros a confiarnos, por ejemplo, sus problemas financieros personales y las preocupaciones que estos le causan, o bien la tristeza que le produce su reciente divorcio y la separación de sus hijos. Entendemos estos asuntos como ajenos a la labor y al desempeño de quienes trabajan en nuestra organización, y para escabullirnos rápidamente de la situación lo primero que hacemos es recomendarles que busquen ayuda médica especializada (entiéndase psicólogo o psiquiatra). Pero……¿acaso los desajustes en la dimensión del “ser” no inciden en nada en la productividad, eficiencia y motivación de una persona? 

Los conocimientos adquiridos durante nuestra formación académica y la experiencia laboral usualmente nos hacen expertos en transmitir “cómo” hacer las cosas. Pasamos buena parte de nuestra vida concentrados en nosotros mismos, tratando de ser los mejores y en aprender la técnica, los procedimientos, los mecanismos, el paso a paso. Aprendemos y enseñamos a nuestros colegas y colaboradores cómo comunicarse mejor, cómo negociar con éxito, cómo planificar de forma efectiva, cómo incrementar las ventas, cómo gestionar equipos de alto desempeño, entre muchas otras habilidades directivas. Sin embargo, dentro de nuestro repertorio olvidamos cultivar la capacidad de lidiar con situaciones más humanas propias del “ser” que son  inherentes a las personas con las que a diario trabajamos.

Hemos desarrollado tan pocos recursos para afrontar los problemas del “ser” que una extraña sensación de incompetencia nos recorre el cuerpo con sólo pensar que alguien de la organización puede acudir a nuestro escritorio en búsqueda de ayuda que no sea estrictamente laboral. Por otra parte, de forma consciente asumimos que para tratar estados anímicos y emocionales, de poco sirven las “instrucciones” de cómo hacer o resolver las cosas, por lo que poco o nada podemos aportar en esos casos. Pero……¿qué esperan en realidad aquellos colegas y colaboradores que nos confían sus situaciones personales más apremiantes? ¿En verdad esperan que les digamos cómo resolverlas?  A veces escucharlos con atención, mostrarles un poco de empatía respecto a lo que están viviendo y entender las repercusiones que eso tiene o puede tener en su desempeño laboral, trasmitirles una palabra de aliento y utilizar el coaching para invitarlos a pensar en posibles soluciones que están a su alcance, podría ser un buen inicio para que nuestros colegas y colaboradores sientan que somos sensibles a sus preocupaciones del “ser” y que no sólo nos interesa si están haciendo bien o no las cosas, sino también las razones emocionales y anímicas que podrían estar incidiendo en su desempeño.   

Carlos Arroyo Borgen