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EL "SUEÑO" DE LA FELICIDAD

El "sueño" de la felicidad

El otro día me encontraba en una charla anual para directivos de una organización financiera y durante la presentación de los participantes se les preguntaba cuál era su mayor sueño. Es una dinámica a la que recurrimos para conocerlos más como personas y menos por el cargo o las funciones que realizan.

Me atrevería a decir que un 95% de los ahí presentes definió su mayor sueño en una sola frase: “ser feliz”. Este porcentaje es coincidente con lo que suelen responder la mayoría de los participantes en todos nuestros talleres ante la misma pregunta. En efecto, “ser feliz” podría considerarse como “la madre” de todas las metas, el “papá” de todos los sueños, y la felicidad como el objetivo de la existencia.

LA FELICIDAD NO ES LA META, ES EL CAMINO

Reflexionemos un poco: Queremos un buen trabajo para ganar más dinero o tener reconocimiento y sentirnos felices. Queremos casarnos y tener hijos para sentirnos realizados y felices. Queremos viajar por el mundo para llenarnos de experiencias y sentirnos felices. Queremos tener amigos para compartir con ellos y sentirnos felices. En fin, pareciera que todas y cada una de las cosas que hacemos en esta vida está orientada a la búsqueda y experimentación de la felicidad. Hay quienes afirman que nos pasamos la vida buscando la felicidad que en la práctica nos olvidamos ser felices en el día a día. En otras palabras, ser feliz termina siendo un sueño inalcanzable porque nunca dejamos de buscarlo. Pero, ¿Qué es la felicidad? ¿Qué nos hace realmente felices?

Un colega me decía que la felicidad como tal no existe, es un sueño en si mismo. Para ella lo que llamamos felicidad son sólo una colección de momentos fugaces de alegría y plenitud, pero de carácter pasajero y que pronto nos devuelven a la “dura realidad”. Debo confesar que coincido en cuanto a que es prácticamente imposible estar siempre felices, es decir, es irreal pensar en un estado permanente de felicidad. En todo caso, el desafío es cómo alargamos y reproducimos lo más que podamos esos “momentos fugaces” a los que se refiere mi colega, hasta lograr enlazarlos unos con otros y convertirlos en prolongados periodos o etapas de felicidad en nuestras vidas.

Con independencia de lo que cada uno de nosotros entienda por felicidad, parece haber coincidencia en que la felicidad está asociada a un estado emocional interno en el cual se manifiestan sensaciones de armonía, paz, tranquilidad, plenitud, bienestar y satisfacción; unido a una conciencia plena del momento presente -el aquí y ahora-. En los momentos de felicidad hay ausencia de angustia, sufrimiento, dolor, pensamientos pasados o proyectos futuros. Hay infinidad de manera de acceder a la felicidad, pues depende de qué cosas, actividades o personas hacen feliz a cada quien. Pero en esencia, la felicidad no llega de forma automática, depende exclusivamente de nosotros. La felicidad se construye, lo que exige esfuerzo y tiempo, pero ante todo, para ser feliz hay que saber cambiarse a uno mismo, lo cual no resulta fácil para la mayoría de nosotros.

Con lo mucho que se ha escrito sobre el tema y con tantos especialistas en la materia, no seré yo quien sugiera siquiera una “fórmula” para ser feliz. Desde mi experiencia y lo que he logrado observar en diferentes talleres o charlas impartidas, algunos aspectos comunes que pueden acercarnos o distanciarnos a ese estado emocional interno que llamamos felicidad, están relacionados con:

La calidad de nuestro diálogo interno: cuáles son los pensamientos predominantes que controlan nuestra mente? Son pensamientos que contribuyen a que nos sintamos en paz, tranquilos, plenos, satisfechos o, por el contrario, nos producen angustia, sufrimiento, ansiedad? Están nuestros pensamientos centrados mayormente en un pasado que ya no podemos cambiar, en un futuro que todavía no llega o en vivir plenamente el presente? Nuestros pensamientos tienden a evaluar las cosas de forma negativa o con optimismo? Centramos más nuestros pensamientos en lo que nos falta o en lo que tenemos?

Las relaciones y personas que nos rodean: qué tipo de conversaciones sostenemos con las personas que nos rodean? Qué sensación nos producen las interacciones que tenemos con ellas? Qué tanto aportan a que nos sintamos en paz, tranquilos, plenos, satisfechos? Porqué hay personas que buscamos para compartir y conversar, mientras evitamos a otras? En lo personal, por ejemplo, me gusta mucho interactuar y conversar con amigos y colegas de trabajo, pero la calidad de la conversación es vital para mí en función de lo agradable que me pueda resultar esa experiencia. Qué tan conscientes somos de lo que buscamos en las interacciones con otras personas? Qué es lo verdaderamente importante para nosotros en nuestras relaciones?

La actitud: qué tanta consciencia tenemos sobre las cosas que deberíamos cambiar en nuestra vida, en nuestra manera de ser y actuar? Cuál es nuestra actitud frente al cambio entendido como un proceso continuo de crecimiento personal? Qué tanto nos aferramos a nuestras creencias para evitar el cambio y qué tanto nos sirven esas creencias para alcanzar el estado de felicidad deseado? Vivimos para tratar de ser felices nosotros o para tratar de “hacer felices” a los demás? Nosotros solo podemos hacernos responsables de nuestra felicidad y sería arrogante, además de injusto, asumir que nuestras decisiones o actos determinan la felicidad de otros.

Las emociones: cuál es la capacidad que tenemos para reconocer nuestras emociones? Podemos gestionar de forma inteligente las emociones propias y ajenas para lograr o mantener una sensación de paz, tranquilidad, bienestar, plenitud, satisfacción? En qué medida y sentido nuestras emociones inciden en las relaciones que sostenemos con nuestro entorno y las personas que nos rodean? Qué tanta razón logramos ponerle a nuestras emociones como para no ser rehén de ellas? Cuáles son los efectos predominantes de nuestras emociones en nuestra salud física y mental? El autoconocimiento emocional parece ser el primer paso para poder canalizar nuestras emociones en beneficio de un estado interno de felicidad.

Las gratificaciones: qué tanto tiempo dedicamos a aquellas actividades que disfrutamos mucho realizar (una buena conversación, leer un buen libro, bailar, practicar ejercicios)? Cada cuánto nos permitimos salir de la rutina para realizar algo nuevo que nos gustaría hacer? Cómo y con qué frecuencia estamos dispuestos a consentirnos, luchar por algo que queremos y escapar del determinismo? En verdad nos estamos esforzando por encontrar y experimentar más gratificaciones?

Estudios recientes afirman que el 40% de lo que nosotros consideramos “la felicidad” depende de las decisiones que tomamos. Lo que decidimos pensar y hacer influye directamente en la sensación emocional interna que desarrollamos. Como decía Eleanor Roosevelt “nuestra filosofía no se expresa mejor con palabras; se expresa en lo que escogemos hacer. A la larga vamos moldeando nuestra vida y a nosotros mismos. El proceso no acaba hasta que morimos. Y, en última instancia, lo que escogemos hacer sólo es responsabilidad nuestra”.

En la vida tenemos que tomar decisiones de forma constante, decisiones que generan consecuencias, por insignificantes que parezcan. En cada momento debemos de tomar decisiones que generan un efecto acumulativo en nosotros y que vistas todas juntas conforman el camino que construimos para nuestra propia felicidad. Asumimos que nuestros pensamientos, actos y sentimientos son inevitables, casi automáticos, que no tenemos posibilidad de elegir, cuando en verdad si que la tenemos.

En conclusión, si reconocemos y aceptamos que la felicidad es un estado que depende fundamentalmente de condiciones interiores y decisiones propias, entonces debemos asumir también que a cada quien le corresponde reunir dichas condiciones y responsabilizarse de sus decisiones. Nadie nos va a regalar la felicidad. De cada uno de nosotros depende defender y hacer realidad “el sueño” de ser feliz antes de partir de este mundo.

Carlos Arroyo